Empezaré diciendo que soy arquitecta. Lo confieso porque tirar piedras sobre mi tejado no es algo placentero. Pero hay que ser honestos, gran parte de la arquitectura de los últimos años deja mucho que desear. Nos hemos sumado al carro del crecimiento exponencial sin medida ni juicio. Y aquí estamos, conviviendo con monstruos que representan un coste innecesario para muchos y destruyen la riqueza urbanística de nuestras ciudades.

A modo de ejemplo, repasamos tres pifias de la arquitectura española moderna: el edificio residencial Intempo, en Benidorm, que protagonizó un proceso de construcción digno del argumento de una telenovela; el Parque de la Gavia, en Vallecas (Madrid), que quedó a medio construir; y, el Palau de les Arts de Valencia, un clásico en este tipo de rankings. ¡Comencemos!

 

Edificio residencial Intempo en Benidorm

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El primer proyecto es obra de los arquitectos Pérez Guerra y Olcina y Radúan. Este “llamativo símbolo de esperanza y prosperidad” está formado por dos torres unidas por un “cono invertido”, cuenta con 46 plantas, más de 180 metros de altura y alberga 269 viviendas. Se erigió para convertirse en el rascacielos residencial más alto de Europa.

El proceso de construcción, que empezó en 2005, ha sido de lo más conflictivo y descontrolado: comenzó en plena época desmelenada, con todo tipo de lujos y con una hipoteca de 92 millones. Con la llegada de la crisis, se vendió la hipoteca que acabó en manos del banco malo (2012) con una quita del 50% y un suplemento arbitrario de 11. A pesar de que la constructora entró en liquidación, la obra tiró adelante entre trompicones y parones. Las condiciones laborales de los operarios también merecen un reconocimiento aparte: durante las primeras fases constructivas del Intempo tuvieron que subir 23 pisos a pie porque no se previó un mpifias architect.bjc.esontacargas y, además, estuvieron 4 meses sin cobrar.

Cuando por fin se llegó a la planta 46, los planos de la cubierta no estaban listos. Y para añadir más ingredientes a este apasionante proceso de construcción, el edificio residencial no contaba con espacio suficiente para instalar ascensores que llegasen hasta las plantas superiores. Según justificaban los responsables de Intempo, debido a que el proyecto inicial contaba con sólo 20 plantas. Como lo oyen: ¡un rascacielos sin ascensores! No es de extrañar que los arquitectos se vieran obligados a dimitir.

El proyecto arrastra denuncias de embargos, estafas y reclamaciones de clientes y proveedores, junto con una deuda de 2,5 millones de euros. En 2013, solo se habían vendido el 35% de las viviendas.

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